Mejor me lo pregunto otra vez, ¿Porqué existe el amor?…
CAPITULO 1. La ventana
Me apego a tu sufrimiento, cada vez que miro por la ventana, como una araña que trepa y trepa sin dejarte respirar, mis miedos me han dejado en silencio esta noche, aunque repaso cada día por si tuviese algo que se me escape por ahí a fuera, o verte de regreso en tus zapatos y vestida de sueños sin dueño…
CAPITULO 2. El encuentro
Era 7 de septiembre, en Madrid, cuando caminaba por la Calle Gran vía, en la esquina del Hotel Vincci, cuando de repente me crucé con ella, pero para más mordida iba acompañada de un tipo mayor que ella, hacia 9 años que lo dejamos, dejamos de querenos por culpa de su mayor histeria, su inseguridad. Quería controlar todo lo que hacía, quería las contraseñas de mis cuentas, saber donde iba, todo porque no confiaba en ella.
Fue triste ver esa situación, pero la verdad que me dejó por un hombre, que nunca supe quien era él. Asique me hice el despistado y me metí en el hotel. Subí hasta arriba para ver Madrid desde lo alto y grité:
-Libertad! Querida libertad! No me dejes solo!
Un botones vino a ver quien estaba en la azotea y rápidamente me escabullé por la puerta trasera.
Me inventé el camino y llegué hasta la puerta. Eran ya las 9 de la tarde cuando me entraron ganas de cenar, asique fuí a tomar algo caliente en un bar.
CAPITULO 3. TERCERA PARTE.
Como supe ayer, en tu última llamada que todavía recuerdo, no querías verme ya.
Yo esperando una tercera parte de este cuento, donde los dos pudiesemos estar juntos para siempre, pero tus dudas y tu facilidad de jugar con los hombres me saludaba por la mañana.
Mi primer año sabático, había dejado de trabajar, no aguantaba ese trabajo o quizá eran mis ganas de viajar e irme lejos, a vivir otra vida, lejos de tí.
Dejé el trabajo como mecánico, quería disfrutar de mi tiempo libre, dejar atrás lo que me impedía crecer como persona, las malas compañias, el sexo liberal, las putas, todo lo que me hacia daño en mi mente.
Entonces conocí a una mujer en uno de mis viajes por el mundo, era Argentina, se llamaba Eva, tenía el pelo moreno, no muy alta, siempre llevaba tacones, de ojos verdes, solía irse a competir en maratones y era una chica sana. Me llevaba muy bien con ella, nunca había intentado nada con ella, pero empecé a enamorarme de ella. Ella trabajaba en un gimnasio de barrio y la verdad tenía muchos hombres a su lado, siempre era el centro universal, de esas mujeres que linchan a los hombres si les joden. Auténtica luna golfa, pero en pocas palabras, tenía dos hijas y lo que más me enamoró de ella fue que aunque pareciera perfecta estaba triste.
CAPITULO 4. UNA HISTORIA FUGAZ
Estabamos bien, en aquella ciudad, salía a pasear con ella, ya eramos pareja, Eva y yo.
No teníamos mucho dinero en aquel entonces, pero ella me preguntó:
-¿Por qué no lo dejamos todo y nos vamos a vivir la vida?
-¿Por amor al arte? (Contesté yo).
-Sí, podríamos irnos a vivir en alguna ciudad o buscar un oficio artístico, estoy harta de mi vida.
-He leído que hay un cabaret, que buscan gente para trabajar, están haciendo un casting en Londres, en la gran ciudad, sólo piden inglés y que tengan un buen físico, no piden experiencia.
-¿Te gustaría trabajar ahí? No te veo mucho en el papel.
-Sí, me gustaría intentar algo nuevo, que se nos reconozca por nuestro trabajo ahí fuera.
Lo habíamos decidido, fue entonces cuando en nuestro primer ensayo pisé varias veces a Eva.
Ella se reía mucho.
Pararon 3 meses de ensayos y todo iba bien, la primera función fue un éxito.
El cabaret tenía ya varios novios, quiero decir, teníamos el primer contrato por parte de nuestro jefe, para irnos de gira por París, Turín, Roma, Singapur, Japón y Madrid.
De momento estabamos bien, haciamos el amor cada noche dos o tres veces, ella puso a sus hijas a cuidar en los servicios sociales, y sus padres se ocupaban de ellos.
Mientras sacabamos dinero como podíamos para ellas, yo le ayudaba en todo.
Su ex marido la abandonó cuando estaba embarazada.
Todo salío sobre ruedas, en el primer día de gira, los nervios me alcanzaban hasta la punta de los dedos del pie, pero sentía brillar a Eva cada vez más, entre aplausos y vivencias de una vida que olía a gloria.
Cuando llegamos a Madrid, algo sucedió. Ví a mi ex sentada en segunda fila, mirandonos fijamente, llevaba un vestido negro con diamantes y un peinado recogido y ondulado.
Ella se empezó a enamorar de mi.